Opinión: TODO MAL CON "MANTEQUITA" MARTÍNEZ


                                                   por Osvaldo Igounet


     Que nadie vaya a creer que a este cronista lo animan veleidades exitistas porque no es cierto, es más, si de boxeo hablamos soy un nostálgico fan de Oscar Natalio Bonavena el inolvidable Ringo, que nunca fue campeón del mundo y en el Madison perdió contra Cassius Clay, y que terminó muerto de un artero escopetazo en la puertas de un burdel en Nevada. Todos sabemos que las competencias se pueden ganar y se pueden perder. Ese no es el punto, el punto es el como, la coherencia o la falta de ella. Y Maravilla Martínez y su entrenador Sarmiento dieron, a mi entender, un patético espectáculo el sábado pasado, no por la derrota sino por la forma en que se perdió.

   Cómo ya confesé alguna vez, yo era de los tantos argentinos que no estaba muy al tanto de la carrera boxística del ex campeón, por lo tanto no ví sus combates y no tengo porque dudar de sus cualidades a la hora de facturar, ganar peleas y obtener el título de campeón mundial. Cuando escribí la crónica de la pelea con Chavez (la primera pelea de Martínez que presencié) fui muy claro, había ganado el título en muy buena ley, con guapeza y estrategia, pero me quedaban dudas sobre su futuro pugilístico.

   Luego vino la pelea con Murray en Velez y también fui muy claro: Martínez había perdido por puntos, si se quería ser generoso quizás empatado, pero bajo ningún punto de vista había ganado esa pelea. Tal como les pasó a tantos boxeadores argentinos en Las Vegas que soportaron fallos escandalosos en contra, esta vez fuimos nosotros quienes le robamos la pelea a Murray. En esa crónica expliqué que Martínez debía retirarse si quería seguir siendo..., o en su defecto pelear con rivales paquetes aunque esto tampoco le aseguraba un buen futuro después de todo Murray mismo era un paquetón boxístico y no lo pudo vencer sin alguna ayudita externa.

                                            "Maravilla" quedó roto por Cotto

     Y así se llegó al sábado pasado donde la sombra de un campeón Maravilla Martínez enfrentaba a un súper campeón de verdad Cotto, solo cinco años menor, o sea ningún pibe tampoco, quien lo fulminó desde el vamos. Recordemos que con el reglamento tradicional las tres caídas en el primer asalto lo hubieran dejado fuera de entrada. Después la nada misma, recibir y recibir una golpiza feroz, pegar poco y sin lastimar, andar con los pantalones caídos y dejar en esa derrota el título pero peor aún la dignidad de pugilista. Martínez con su desempeño ofendió y mucho a la historia del boxeo argentino.

   Pero claro, su entrenador Sarmiento también tiene su dosis de culpa porque en ningún momento fue coherente y así le fue a su pupilo. Veamos, no lo dejó salir a pelear en el décimo round para "cuidarlo" aún cuando Martínez quería hacerlo aunque más no fuera para intentar y a solo dos vueltas del final no se entiende por qué no lo permitió. Porque si quería cuidarlo Sarmiento debería haber hecho algunas cosas antes de la pelea, por ejemplo no dejar que se negocie un contrato donde todas las de ganar eran del otro; Cotto eligió la fecha de la pelea, el lugar y cobró la bolsa mayor, muchas concesiones de parte de un Martínez que además de ser el campeón era uno de los organizadores de la velada. Pero el principal fallo de Sarmiento fue dejarlo pelear. Si Martínez necesitaba una faja o cinto especial para endurecer el estómago, si debía usar rodilleras para que no se aflojen las rodillas y sus puños quebrados no podían pegar fuerte, era obvio que la mejor forma de cuidarlo era impedirle pelear en vez de hacerlo abandonar a dos vueltas del final.

                             Antes de la pelea tenía un cinturón y una cara...

    Martínez todo roto antes de empezar a pelear termino demolido por un rival superior, de mayor técnica, de mayor potencia, con mejores piernas y, todavía, un futuro por delante. Martínez fue un púgil tan duro como la manteca y tan firme con el flan y eso marcó la diferencia. Y entonces me acuerdo del inolvidable Carlos Monzón, quien también se fracturaba la mano en cada pelea, pero sanaba rápido, aguantaba el dolor y demolía al rival siguiente. ¿Alguien puede imaginarse al rincón de Galíndez impidiéndole continuar una pelea aún cobrando y sangrando como una catarata?. Martínez quiso ser leyenda y el intento le quedó grande. El altar de los míticos púgiles argentinos no tiene un lugar destacado para este lastimoso ex campeón, rey de la saraza y el marketing pero pobre, muy pobre a la hora de subirse al cuadrilátero. Como diría Maradona, el Luna no se mancha y por suerte nunca pudo presentarse allí.

Osvaldo Igounet
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