Mis ficciones, texto 8: LA CALESITA

      Desde hace algún tiempo la veo triste, más sola, muy dolida. Sus colores casi han desaparecido, y su vivacidad y su alegría también se han opacado.
          Cuando me levanto cada mañana y la contemplo, puedo notar sin esfuerzo como ha envejecido. No ha pasado mucho tiempo desde la partida de sus dueñas pero fue el suficiente
para dejarla herida, casi muerta.
           Su tristeza profunda e infinita, su pesar, su soledad se le notan, se le ven. Aunque ella tampoco las oculta. Cuando paso a su lado y la acaricio, abre sus ojitos imaginarios y me mira, con un dolor desgarrante en la mirada. Una lágrima corre por sus fierros y con la voz quebrada me pregunta: ¿dónde están?, ¿por qué se han ido?. Me detengo y ya no se qué contestarle,  me tiembla la voz cuando le hablo, no quiero que me escuche sollozar, ni que me vea sufrir como ella. Más  no puedo ya engañarla.
           Me siento a su lado y le murmuro que pronto volverán a acompañarla, que se subirán a ella y gritarán en sus asientos. Como antes. Ella no me cree, no tiene la certeza,pero advierte, que una mentira piadosa he pronunciado. Así estamos, tirados en el patio, juntos los dos, pensativos. No hace falta aclarar que ambos extrañamos y sentimos con inmenso dolor tanto silencio. Se apagaron los colores, se acallaron sus voces y sus juegos. Las nenas han partido, y escúcheme patrón, así me llama, ellas no vuelven, no trate de engañarme, yo lo sé, lo siento en mis entrañas.
No seas pesimista, yo le grito, no te sientas aún tan derrotada que todo puede ser en esta vida, a lo mejor quien te dice, que una vuelta más aún puedas darles. Mantiene ese enorme corazón que siempre les diste. Además, puedo asegurarte, ellas no te olvidan y te extrañan.
            Hablo y hablo tratando de darle calor, alguna esperanza. La veo sonreir y la tristeza le brota a flor de piel a cada instante.Mi consuelo es pobre, lo se, es muy poco y no le alcanza, que a su terrible dolor no lo mitigo. La pobre calesita está muriendo ,pues no están quienes la usaban tan seguido. Ya no hay quien pelee por un asiento, ni quien empuñe a su volante, le estan faltando sus amiguitas. Aquellas a quienes alegraba, dejándolas subir sobre su lomo, girando sin parar hasta cansarlas.
            Mi pobre calesita esta agonizando, su madera se ha resquebrajado y en sus fierros el óxido hace mella. La miro y trato de evitarlo, le propongo una mano de pintura y no la quiere. Mi calesita se deja morir, se me suicida y en esto está tan decidida que hasta el barniz ha rechazado. Dígame patrón, susurra lentamente, para que sirve volver a restaurarme si ellas ya nunca volverán a utilizarme.
           El patio está de luto, eso lo advierto. Se está yendo la luz y la alegría, una lenta sangría va dejando sin nada que mirar en sus espacios. La vista es desoladora y ahora noto que ella no está sola en su cruzada.
           Son los tres quienes se suicidan, agobiados de dolor y de silencios. Ella se lleva consigo a la vida, también,de los triciclos, esos que casi destruídos aún querían vivir cuando sus dueñas andaban sin parar sobre sus ancas. Si alguien los viera ahora: los manubrios caídos, los pedales marchitos y todo en ellos, reflejando a la muerte que ya llega.
           El drama empeora cada día, van juntos los tres en su agonía, se mueren ya; al no poder brindarles, a mis niñas su alegría.
           Mis pequeñas niñas han marchado para siempre de este patio; se fueron con mamá y una mudanza. Nos dejaron solos y con frío, mirando sin creer este vacío. Ellas, ya se fueron, y al hacerlo por querer correr han olvidado que en este viejo patio se dejaron  a una calesita, dos triciclos e incluso a mí, que como ellos, estoy agonizando marchito de barniz y de pintura.
 
Nuevos Cuentos (Antología) - Ed 1994
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