ABUELAZGO

     
Osvaldo Igounet

   Sabrá el lector perdonar que la foto que ilustra esta nota tiene ya cuatro años -2015- cuando este escriba aún no lucía desmejorado por problemas de salud como en la actualidad cuando con 50 kilos menos no parezco ser muy fotogénico que digamos. Y también sabrán disculpar que en lugar de escribir sobre nuestra siempre palpitante actualidad le dedique este breve espacio a realizar algunas reflexiones sobre el abuelazgo dado que desde el 19 de octubre del 2018 con la llegada de mi nieta Sarita es mi nueva condición de vida.

    Reconozco que nunca imaginé que convertirse en abuelo resultara ser algo tan sensacional, había escuchado eso de muchas personas que al serlo hablaban maravillas de tal situación pero siempre supuse que exageraban. Que llevados por la alegría del nacimiento de una nieta o nieto multiplicaban por diez la felicidad del momento; y saben qué, estaba equivocado multiplicar por diez se queda varias veces corto.

    Cuando te convertís en abuelo tu vida dá un vuelco impensado, te transformás en otra persona sin dejar de ser vos mismo. Lo primero que sucede es que descubrís que la vida puede regalarte situaciones de felicidad extrema más allá de merecerla o no, porque el abuelazgo es un regalo que llega a tu vida sin pedirlo ni buscarlo. Los hijos por ejemplo en general son buscados, deseados y al llegar te traen por igual alegrías y responsabilidades en cambio los nietos no, el abuelo no los busca sino que de repente se topa con él y solo tiene que disfrutarlo. Uno no hace nada en especial, no tiene responsabilidad en ello y sin embargo aparece en tu vida ese bebé que todo lo cambia, que todo ilumina y ennoblece. Al nieto no se lo sufre, no te condiciona, no te crea obligaciones formales como los hijos, el nieto es todo disfrute, todo felicidad, tus obligaciones para con él son sólo fruto del amor. Te volvés su protector, su cómplice y tu mundo empieza a girar alrededor de ese recién nacido que te sonríe desde la cuna en los ratos que no duerme. Pensás en su educación, en su futuro pero sabiendo que la responsabilidad primaria radica en sus padres no en uno. En principio las obligaciones son de los padres, el disfrute pleno es del abuelo.

      Sara, Sarita hija de mi hija Fátima y David es eso. Un regalo que Dios me brinda quizás inmerecidamente en un momento difícil de mi vida. Ella llegó para olvidarme de mi salud alicaída, para devolverme la sonrisa, para volver a enternecerme, para recordarme que la vida es buena y que la capacidad de amar y disfrutar es interminable. Sarita ilumina mi camino con su ternura, con su suavidad, con su belleza y su sonrisa celestial, ese camino que uno reconoce más cerca de la línea de llegada que de partida, pero que ahora se transforma en la única ruta que uno quiere recorrer más allá del kilometraje que reste transitar.

    Ella marca además un punto de quiebre en mi historia familiar plagada de muertes de personas jóvenes desde que puedo recordar. Imaginen que por lo menos en los últimos cien años, quizás más, es la primera nieta que al nacer tiene a sus cuatro abuelos vivos; ya que tanto mis consuegros Norma y Rubén, como mi ex esposa Cecilia y yo estamos acá en la Tierra para disfrutarla, cuidarla, protegerla y malcriarla. Es como una señal a la familia que indica que de ahora en más el destino familiar puede variar, que habrá menos muertes y más vidas, que las presencias superarán a las ausencias. Sarita nació y yo pude estar acá para verla, amarla, extrañarla y gozar con su presencia; cuando por momentos creí que no llegaba vivo para eso. Sarita nació y yo todavía estoy acá convertido en un abuelo orgulloso y feliz; muy agradecido al buen Dios que permitió que esto sucediera. En un abuelo que espera vivir lo suficiente para disfrutarla por mucho tiempo pero que a la vez puede decir, puedo decir, que si tuviera que partir más temprano que tarde lo haré habiendo vivido una vida plena, que con sus más y sus menos me permitió hacer siempre lo que creí que debía hacer, que no me debe nada y a la que no le debo nada tampoco. Conocí a Sarita mi nietita, todo lo que llegue de ahora en más será sólo una yapa que la Providencia me regala.

    Amén.

Osvaldo G. Igounet
copy 2019
  
   

Comentarios

  1. Que alegria Osvaldo poder disfrutar este regalo en tu vida y la de tu familia. A seguir disfrutandola como Dios manda por mucho tiempo. Abrazo grande!

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  2. soy abuela y conosco a Faty y David me emociono mucho sus palabras es tan real todo lo escribió.es hermosicima sarita

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