LA POLÍTICA EXTERIOR ARGENTINA GUSTA NAVEGAR EN AGUAS TURBULENTAS PERO EN UNA CANOA

 

por Osvaldo Igounet

La participación de una nación cualquiera en el mundo es algo que todo país reconoce como necesaria y hasta impostergable a la hora de comercializar, hacer tratados, sugerir políticas, financiarse y hasta para hacer o evitar una guerra. Esto significa que un país debe tener naciones que son aliadas, otras que son socias, algunas con las que compite, otras que no son de importancia estratégica y en casos extremos habrá naciones adversarias; para el tratamiento de todas estas variables existe algo llamado relaciones diplomáticas con sus dos derivaciones más importantes: el comercio exterior y la defensa nacional. Surge entonces una conclusión tan elemental como inevitable y es que la cancillería de un país debe ser llevada adelante por profesionales de la diplomacia que además conozcan al dedillo los recovecos más intrincados de la política internacional para así lograr objetivos coyunturales de la hora mientras se mantiene la política de estado internacional que cada país sostiene. Para lograr estas metas hay que ser pragmático, eficiente y poseer una gran cintura política, además claro, de tener una tradicional política exterior a la cual respetar. No hay lugar para ideologías radicalizadas ni para oníricos deseos de cambios ilusorios; en especial si un país como nuestra Argentina está empobrecida, indefensa militarmente, endeudada sin peso específico allí donde se cocinan las decisiones. un orden mundial que no te caiga bien; sólo hay que tratar de aprovechar lo que el mundo nos ofrece que puede beneficiarnos y tratar de evitar lo que el mundo tienen para perjudicarnos; en especial si un país como nuestra Argentina está empobrecida, indefensa militarmente, endeudada sin peso específico allí donde se cocinan las decisiones.

La invasión rusa en Ucrania es posible porque Rusia es un país poderoso y temido, una potencia nuclear que aunque pague costos altísimos puede permitirse sacar los pies del plato, tal como también podrían hacerlo EEUU o China. No es el caso nuestro, que debemos hacer enormes esfuerzos sólo para que no nos echen de la mesa, ¿cómo pensar entonces que podemos cambiar la vajilla?. El país que pretenda transformar al orden mundial a su gusto y piaccere deberá primero volverse importante y poderoso, una premisa básica que desde hace años CFK se empeña en ignorar llevando a la Argentina a asociarse desde lo ideológico con los gobiernos menos queridos del planeta que a la vez son también los menos exitosos. ¿Cómo le ayuda a nuestro país en la balanza comercial, en la acumulación de riqueza o poderío político apañar y hasta defender a gobiernos como el cubano, el venezolano o el nicaragüense?, que son dictaduras crueles, antidemocráticas, desprestigiadas y empobrecidas. No nos ayuda en nada, nos perjudica. No cuestionar a naciones como Irán que financian al terrorismo internacional disfrazados de guerra religiosa es algo que apesta. No condenar al Talibán que sumerge al pueblo afgano a una forma de vida del medioevo mientras son los primeros productores de narcóticos, apesta aún más. Darle al Hamas estatus de país legal es incomprensible y creer que Rusia y China son "aliados y socios comerciales", que te tratan de igual a igual y no considerar que solo somos peones en su tablero de ajedrez de su política exterior es lo menos pecar de inocente. Cristina se equivoca y en ese "error" está llevando al país a este desastre de política exterior en el que estamos y que el presidente Fernández acepta, yo creo de mala gana, para no mal disponerse con su mentora.

Todas las vacunas Sputnik V que llegaron al país (con meses de atraso) fueron abonadas en tiempo y forma. Es más, Rusia nos debe la entrega todavía de nueve millones de dosis que no se sabe si llegarán o cuando lo harán y aún así el presidente le agradece a Putin por ellas como si hubiera fuera un salvador celestial y no una simple operación comercial. Luego en China acuerda la instalación de una nueva central nuclear, que no necesitamos, a cambio de inversiones por veinte mil millones de dólares por ser parte de la nueva Ruta de la Seda; olvidando que ya Néstor Kirchner les creyó ese cuento y nos costó una base científico-militar china en la Patagonia de la que nadie sabe ni puede saber nada. Y digo nadie, ni siquiera nuestro propio gobierno... Rusia y China son potencias mundiales que ven al mundo con ojos del Oriente, no son pro-occidentales, aún así forman parte del FMI y le dijeron al presidente que cualquier préstamo a la Argentina es impensable si no se acuerda con el odiado Fondo, lo mismo que dicen Alemania, Francia, Japón, Estados Unidos; porque ni ellos ponen un peso sin un reaseguro.

Es cierto que Estados Unidos es imperial, igual que Rusia y China, los tres quieren ser el poder hegemónico mundial, los tres han cometido tropelías en algún lugar del planeta y los tres tienen "muertos" en el placard; los santos no existen en esto. Pero Argentina pertenece al mundo democrático, occidental y capitalista, los gobiernos chino y ruso no; con todos hay que hablar y hacer negocios pero no avalando cualquier conducta. Argentina no puede seguir siendo aliada de dictaduras, régimenes de partido único, donde no hay libertades ni democracia, que con todos los defectos que tengan son lo mejor que se conoce. Es una inmoralidad y también un suicidio político-económico no condenar junto al mundo civilizado a países como Nicaragua o Rusia, tal como hemos evitado hacer en estos días.

Osvaldo Igounet

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