LA GOBERNABILIDAD TIEMBLA CUAL FLAN CASERO

                              

 

El presidente Alberto Fernández se va quedando solo, rodeado de esos cuatro o cinco amigos de la vida que el periodismo suele llamar con optimismo  el albertismo. Un "ismo" vacío de contenido en tanto su propio inspirador se niega a dejarlo nacer. 

Cristina cree que Alberto la traicionó al acordar con el FMI y su umbral de tolerancia llegó a su tope. Antes ella ya lo consideraba el principal funcionario que no funciona dado que no la ayudo a alivianar su situación judicial, la gestión diaria deterioró la economía de su electorado al punto de dar por perdida la presidencial del año próximo. La vicepresidente está enojada, decepcionada e impotente; 20 diputados y 13 senadores leales no alcanzan pasa marcarle la cancha a nadie; su poder real parece resquebrajarse como los vidrios de su apedreado despacho. Ya no inspira el miedo paralizante de antaño. No confundir, sigue siendo una líder con poder de daño y el presidente lo sabe.



Ella busca la manera de despegarse de una gestión a la que desprecia, dejar de ser, al menos, la muleta del presidente es -casi- esperar el tropiezo inevitable. Ergo, el gobierno tambalea en soledad; los gobernadores se miran el ombligo, Cristina se desentiende y la oposición siente que ya lo ayudó al evitar el default. 

Alberto Fernández debe caminar sólo lo que le queda de mandato, pero su andar es tan inseguro que todos dudan sobre cuanta distancia puede recorrer antes de tropezar y caer. Cristina decide por estas horas si hace la gran Chacho Alvarez o le apagan la luz de Chapadmadal como a Rodriguez Saa; esto es si deja que el presidente tropiece en soledad o para ser reemplazado aplicando la ley de acefalia.

Sin Cristina  sin La Cámpora, sin los gobernadores, con la CGT y las organizaciones sociales en ebullición, con el campo en pie de guerra, sin el apoyo de oposición y con la inflación desbocada y la economía diezmada; Alberto parece no tener donde apoyarse y la sustentabilidad de su gobierno tiembla como un flan casero. La paz social en las calles NO está garantizada y con la UOM en manos de un aliado de los camporistas un paro general no puede descartarse. 

De todas maneras todavía es CFK quien puede terminar con su criatura o sostener al presidente. Es ella su responsable política porque ella es quien lo trajo y deberá asumir que este fracaso es también SU fracaso. Se murmura en los pasillos del poder que quizás esté 24 de marzo sabremos si el presidente queda librado a su suerte o se trata de mantenerlo en Olivos un tiempo más. 

Las ideas no aparecen y el tiempo se agota. El humor social es de decepción y bronca, frustración plena. Se acaba el gas para este invierno, vamos a comprar pan y verduras con un fideicomiso y Feletti quiere frenar la inflación controlando el precio de los fideos en las góndolas. Y quieren aumentar reservas frenando importaciones y gravando las exportaciones... El gobierno trastabilla y hace equilibrio para no caerse mientras Cristina termina de decidir cuándo le va a saca la red. Demasiada incertidumbre a un año y medio de las elecciones.

Osvaldo Igounet 

copyrigth 2022





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