ADIÓS AL DIEZ DEL MUNDO
Cuenta Víctor Hugo que en los 35 días que trabajaron juntos en el Mundial de Brasil 2014 estaban a 30 metros del mar pero Diego nunca pudo, siquiera, poner los pies en el agua ni una vez. Siempre rodeado, siempre requerido, siempre asediado. Soledad en la muchedumbre, prisión en la libertad. Franqueado por vampiros siempre dispuestos a chuparle hasta la última gota de sangre, no solo le saquearon los bolsillos también le digitaron los afectos y disfrutaron las esquirlas de su fama, todo abusando primero de su candidez y después de una salud hecha trizas que lo volvió dependiente de esos vividores profesionales.
Los amigos verdaderos eran raleados, alejados por el entorno que les prohibía visitarlo y les negaba las llamadas sin que Diego se enterara siquiera al punto que terminó creyendo que ya no era querido, que lo estaban olvidando. Uno de los motivos de su depresión.
Hasta en su muerte fue usado sin piedad por propios y entenados disputando por una foto junto al ataúd, desde la política hasta la gente de la casa velatoria, sacándose fotos con el cadáver de Maradona aún caliente en el cajón. El más grande que fue siempre objeto de uso y hasta en su muerte se intentó utilizarlo de todas formas.
Por eso ahora que fue a visitar a Don Diego y a la Tota al lugar en donde estén Maradona debe estar feliz. Porque solo con ellos Diego se sabía amado sin segundas intenciones.
Maradona murió y el pueblo está triste muy triste. Otros empezarán su última carancheada sobre la herencia. Nosotros sus admiradores de siempre tenemos el consuelo de saber que ahora y solo ahora estamos felices de saber que por fin obtuvo la posibilidad de volver a ser él.
Osvaldo Igounet
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